Al atardecer del 14 de junio de 1929 en la
playa de Oyambre cuatro hombres bajaron del avión
con el que acababan de realizar un aterrizaje de emergencia. Se trataba de los
tripulantes de un aeroplano francés, procedente de Estados Unidos, y que había
pretendido llegar a París en vuelo sin escalas. Por su color, ese avión será
conocido como el pájaro amarillo.
A pesar de que habían transcurrido dos años desde que Charles
Lindbergh consiguió cruzar el Atlántico en solitario —por lo que ya no había un
gran premio por el vuelo— continuaba la pasión de muchos aventureros por
conseguir nuevas modalidades de travesía. Hasta el punto que más de un centenar
de pilotos habían perecido y el Gobierno francés prohibió realizar esos vuelos
desde su territorio. Pero eso no impidió que el
millonario francés Armand Lotti desmontase su aeroplano Bernard y lo trasladara de contrabando hasta Inglaterra, y de allí a Estados
Unidos. Como Lotti era tuerto, y tenía prohibido el pilotaje, contrató a dos experimentados pilotos
—Assollant y Lefévre— viajando él como pasajero. Lotti era
un hombre optimista; prueba de ello es que decidiera pintar su aeronave de
amarillo para ser más fácilmente identificable en caso de amerizaje (como si
fuera a haber barcos cerca para recogerles a tiempo). Y por esta razón llamó a
su avión L’Oiseau Canari (El canario o Pájaro Amarillo).
Después de muchos cálculos sobre la relación entre el peso del avión y el
combustible, horas antes de despegar descargaron cien litros de gasolina para
aligerar en 90 kilos el aeroplano y aumentar las posibilidades de llegar a
París. Pero durante la prolongada ceremonia de despedida, muy pendientes de los
periodistas y los amigos, no se dieron cuenta de que un individuo se montaba en
el avión y se escondía en la parte de atrás de la carlinga. Se trataba de Arthur
Schreiber, un desempleado norteamericano de 25 años. Al cabo de unas horas
de vuelo, el polizón se presentó a los otros tres con la sencilla frase here
I am (aquí estoy). Explicó su acción por el deseo de cumplir su
sueño de emular a Lindbergh cruzando el Atlántico; y que como no tenía dinero
el dinero de Lotti, se había montado en su avión. Una vez repuesto de la
sorpresa, Lotti decidió que no regresarían al punto de despegue; para
asegurarse la exclusiva periodística del relato, le amenazó a Schreiber con
tirarle del avión en pleno vuelo si no firmaba el escrito de renuncia a hacer
declaraciones que redactó allí mismo.
Lo cierto es que, tras 29 horas y un vuelo de 5.300 kilómetros, a donde
llegó el pájaro amarillo no fue a París, si no a Cantabria; a la playa de
Oyambre. Allí fueron recibidos por los veraneantes, que llamaron
telefónicamente a las autoridades y los acogieron en sus casas. Al día
siguiente llegaron a Comillas periodistas
de medios españoles, norteamericanos y franceses para entrevistar a los
aviadores.
Tras dos días de agasajos y con la gasolina de aviación que había sido
traída por un aeroplano desde Madrid, el ya famoso pájaro amarillo —que es como
lo bautizaron los lugareños y ha quedado en la historia de España— voló
desde la playa de Oyambre hasta Mimizan (departamento francés de Las
Landas) donde se hizo la “llegada oficial”. Al polizón no lo denunciaron, por
lo que volvió en barco hasta Estados Unidos con un pasaje pagado por Lotti.
Schreiber cumplió durante toda su vida el compromiso de no lucrarse con el
relato del viaje por lo que Lotti acaparó todo el protagonismo y se embolsó el
importe de las exclusivas periodísticas sobre el pájaro amarillo.
((Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga)